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lunes, 15 de noviembre de 2010

Artista del Barroco Español

Bartolome Esteban Murillo (Barroco en España)





Nació en Sevilla, España, en 1617 donde vivió hasta su muerte en 1682.
Fundó una prestigiosa escuela de arte en 1660 que dirigió con gran habilidad. Su obra fué muy amplia y variada, siendo en su mayor parte de tema religioso ya que la iglesia era el mayor mecenas de los artistas, excepción hecha de la monarquía.
También pintó delicadas escenas de niños, adolescentes y minuciosos retratos. Su pintura, basada en el estudio de la escuela italiana y flamenca, se adapto al gusto y la devoción de su país, llegando a ser un pintor de gran prestigio y consideración.
La influencia de Murillo en la pintura española se extendió hasta el siglo XIX, fundamentalmente en Sevilla. Actualmente está considerado como uno de los grandes maestros de la historia del arte y sus cuadros se reparten con prestigio en todos los grandes museos del mundo.


obras de arte



Murillo, La Sagrada Familia del pajarito, 1650, 1,44 X 1,88 m., Óleo sobre lienzo, Museo del Prado, Madrid.

La Sagrada Familia del Pajarito, recibe ese nombre por el pajarillo que el Niño Jesús muestra al perro. Son figuras elegantes pero no dejan de poseer cierto realismo; el protagonista es el Niño Jesús, iluminado por un potente foco de luz procedente de la izquierda que provoca contrastes, dejando el fondo en total penumbra sobre el que se recortan las figuras, aunque junto a San José se vislumbra el banco de carpintero. hincada  yace Maria comineod una manzana.



Murillo, El buen pastor, 1660, 1,64 X 1,10 m., Óleo sobre lienzo, Museo del Prado, Madrid.

En el Evangelio de San Juan (10, 11-14) se compara al Cristo con el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas. Esta sería la posible base documental de este trabajo de Murillo. El Niño Jesús se sitúa en un paisaje con una referencia arquitectónica al fondo, sentado sobre algunos restos clasicistas y dirigiendo su mirada al espectador. En la mano derecha lleva la vara del pastor y con la izquierda acaricia al cordero, quien también dirige la mirada hacia nosotros. La composición se estructura con una pirámide característica del Renacimiento mientras que la pierna y la vara se ubican en diagonal para reforzar el ritmo del conjunto.



Murillo, Los Niños de la Concha, 1670, 1,04 X 1,24 m., Óleo sobre lienzo, Museo del Prado, Madrid.

Murillo es uno de los mejores pintores de niños de la pintura española. Murillo nos presenta a los niños a orillas del río Jordán, eligiendo el instante en el que el Niño Jesús ofrece la concha a su primo. En primer plano, un corderito - símbolo de Cristo - contempla la escena, mientras que la parte superior presenta un Rompimiento de Gloria con tres ángeles muy difuminados. La composición está inscrita en un triángulo, siendo la cabeza de Jesús el vértice superior. Los contrastes de luces y sombras son sorprendentes y otorgan una especie de bruma a la escena, bruma conocida como "efecto vaporoso" que caracterizará las últimas obras del pintor. La combinación de idealismo y realismo también es significativa; su pincelada se hace más suelta, aunque el colorido es similar, con predominio de gamas oscuras.




Murillo, La Inmaculada de la Media Luna, 2,06 X 1,44 m., Óleo sobre lienzo, Museo del Prado, Madrid.
Otra Inmaculada diseñada con la misma composición estructural pero diferente en cuanto la expresividad del personaje. Su triunfo no es exultante: el rostro está pálido, su expresión melancóloca y con la vista perdida, parece que buscase a su Hijo en los cielos.
Su estilo vaporoso permanece en este cuadro al igual que el modelo de belleza devota de otras figuras.



Murillo, La Virgen del Rosario, 1950-55, 1,64 x 1,20 m., Óleo sobre lienzo, Museo del Prado, Madrid.


La devota sociedad española del Barroco solicitará a los pintores un importante número de imágenes de la Virgen María debido a que los protestantes estaban cuestionando muchos dogmas relacionados con ella, como la virginidad o haber sido concebida sin pecado original. Una de ellas es la Virgen del Rosario, donde aparece María sentada con el niño en brazos, sosteniendo el rosario con la mano derecha. A pesar de estar juntos apenas se relacionan entre sí, ya que miran hacia el espectador; sólo sus mutuos abrazos les ponen en contacto, omitiendo los juegos de miradas entre madre e hijo. Los tonos que emplea son bastante oscuros aunque intenta alegrar la gama cromática con el rojo y el azul, símbolos de martirio y eternidad respectivamente.


bibliografia


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